Cuando mi primera bebé tenía 5 meses, hicimos un viaje largo y me hizo agradecer profundamente haberme comprometido con la lactancia materna. En el avión había otras mamás pidiendo agua caliente y llenando biberones, y la verdad que no las envidié para nada. Sus bebés lloraban mucho mientras esperaban. En cambio, yo sólo tenía que dar pecho para que mi bebita estuviera bien. Tanto así que muchas personas en el avión no notaron que ella estaba hasta que aterrizó y nos vieron levantar de la silla.